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Papá Ivan

Identidades escindidas: cuando la familia y la política ya no marchan juntas

A medida que la película avanza, los intentos por congeniar las dimensiones personales-familiares con las dimensiones políticas de la identidad de Iván, van a ser más difíciles de sostener. En un primer momento, la película encuentra relatos, fotografías, testimonios, para dar cuenta de la vida familiar, el trabajo, la relación de pareja, los hijos, los gustos, etc. aportando elementos constitutivos de la identidad y composición familiar, al tiempo que la experiencia política de Iván, para aquellos años, se iba acrecentando. Vida familiar y vida política no encontraban contradicción en el primer tramo del documental. Sin embargo, el relato de los primeros tiempos, y las imágenes que lo sustentan, van a encontrar nuevos sentidos a partir del pase a la clandestinidad, a fines de 1971. Este suceso va a condensar a lo largo del film una serie de oposiciones. Por un lado, la que adelantamos como vida familiar en tensión con la vida política. A partir de aquí, la actividad política de Iván, su elección por la lucha armada, va a significar el abandono de la familia, los hijos, tornando irreconciliable su vida cotidiana con la práctica política. Por otro lado, con la decisión de la esposa, Azucena, a quien la violencia no le resultaba una alternativa válida entre las formas políticas existentes.

“Desde 1969 comencé a comprender que no podría conciliar mi vida con ustedes por un lado, con la lucha armada clandestina por otro. Pero pude conciliarla a duras penas hasta mediados de 1971. Estos fueron dos años muy hermosos y muy duros para mí y también para la mamá, que compartía conmigo algunos secretos y todas las preocupaciones. Comprendíamos cuáles eran los desenlaces posibles. Nos queríamos y respetábamos muchos. Los dos éramos revolucionarios, pero sabíamos que ella no podría seguirme en la forma de lucha que yo había elegido. Ella tuvo siempre una imposibilidad constitucional para ejercer la violencia,” lee María Inés de la carta de su padre.

Y continúa, en otro fragmento: “Yo no creo que nadie odie la violencia más que yo, hijos créanme, más ahora que me he visto obligado a ejercerla durante tanto tiempo y que he visto caer en la lucha a mis más queridos compañeros. Pero en el año 1966, cuando los militares tomaron directamente el poder en la Argentina usando la fuerza como única justificación y sostén comprendí que estaban definitivamente cerradas todas las vías pacíficas.”

La configuración política resultante impacta de tal manera en la identidad de Iván que la dimensión personal y política se tornan excluyentes.